Nota del editor: Este texto fue publicado originalmente en la edición de la revista de diciembre. Con la salida de Irene Espinosa como subgobernadora, el banco central se prepara para una nueva era con retos por delante ante una inflación que lleva más de 40 meses sin alcanzar el objetivo del 3% y con una junta de gobierno más flexible. La presidenta Claudia Sheinbaum dijo la semana pasada que será hasta 2025 cuando elija a quien sustituirá a Espinosa como subgobernadora; la elección se hará con ayuda del secretario de Hacienda. Irene Espinosa fue la primera mujer en llegar a la Junta de Gobierno en 2018. Propuesta por el expresidente Enrique Peña Nieto en 2017 para sustituir a Alejandro Díaz de León, cuando este fue nombrado gobernador, se pronunció desde su llegada en favor de cerrar las brechas salariales de género, y ya como miembro de la Junta era percibida como un miembro hawkish , que en el argot de los economistas hace referencia a una política monetaria restrictiva y que busca combatir a la inflación con el alza de las tasas de interés.
La salida de Espinosa, señalan varios especialistas consultados, dejará una Junta de Gobierno marcada por integrantes afines al gobierno, y plantean la duda de que el banco central podría perder su autonomía. Además, se percibe que el organismo ha dejado de ser un líder de opinión como lo fue en los tiempos de Agustín Carstens. “En los últimos años ya ha estado más tímido para lo que sí hacía antes, que es ser líder de opinión pública sobre los temas que les competen [a sus integrantes]”, considera Sergio Kurczyn, director de estudios económicos en Citibanamex. Esta percepción, agregan los entrevistados, se debe a lo que señalan como falta de experiencia. Y es que Carstens tenía un recorrido en organismos internacionales, además del gobierno. Trabajó como subdirector en el Fondo Monetario Internacional y fue secretario de Hacienda con Vicente Fox y con Felipe Calderón. Su reconocimiento llegó al punto de que cuando se discutían aumentos al salario mínimo, Carstens sostuvo que aumentarlo generaría presiones inflacionarias, y su opinión fue respaldada por los subgobernadores de Banxico y considerada válida para no hacer ajustes. El mismo Jonathan Heath, que más tarde sería subgobernador del banco central, salió a refutar la teoría de Carstens. “El estudio [del exsecretario de Hacienda] era algo que no se podía defender en ningún seminario de ninguna universidad”, recuerda Luis Monroy Franco, investigador del Centro de estudios Espinosa Yglesias. Ya con López Obrador los ajustes al salario mínimo se hicieron durante todo el sexenio y nadie dentro de la Junta de Gobierno se pronunció en contra. “Algo que sufría el Banco de México es de un alto grado de endogamia. En ciertos momentos, la junta estaba integrada ya sea por gente que hizo toda su carrera en el banco central o egresados de una misma institución o gente que estuvo toda su carrera en Hacienda”, apunta Monroy. Para Kurczyn, la falta de experiencia actual también ha repercutido en regulación y decisiones claves. “El Banco de México no ha tomado en serio su promesa de que ya en 2025 iba a haber una moneda digital del banco central (CBDC, por sus siglas en inglés), un peso digital. En mi evaluación ha faltado liderazgo, poner temas importantes que les atañen, no se diga la moneda digital, pero también salario mínimo e inflación; también de fiscal y calentamiento de la economía”, afirma. “Son temas que tienen que ver con ellos y que los he visto demasiado tímidos. Eso no es bueno para la economía, siempre es bueno tener referencias que marquen la pauta de dónde estamos y para dónde queremos ir en términos de crecimiento”, destaca.
La relevancia de la autonomía Obtener la autonomía implicó más que cambios en la ley del Banco de México. La decisión fue una respuesta a la elevada inflación que vivió México de hasta triple dígito. En 1993 se aprobaron los cambios en la Constitución y la ley secundaria, que iniciaron en abril de 1994. Se determinó que el objetivo del Banco de México sería mantener la inflación en 3% con un margen de variabilidad de un punto porcentual al alza y a la baja. “Además, se le ubicó explícitamente como contrapeso a las decisiones del gobierno federal y se estableció la prohibición a que el Estado pudiera obligar al banco central a prestarle dinero”, apunta la nota de Citibanamex ‘30 años de autonomía de Banxico: orígenes, evaluación y retos’. El banco destaca en el documento que hay evidencia de que dar autonomía a los bancos centrales es una buena solución pragmática para controlar la inflación con el menor costo posible para el crecimiento, y que, al aumentar la credibilidad del organismo, se puede impulsar en mayor medida una política que contribuya a estabilizar el crecimiento del PIB alrededor de su potencial de largo plazo. Hay cuatro maneras de medir la autonomía de un banco central: la autonomía legal, la independencia de la Junta de Gobierno del banco central del gobierno, la independencia en la política monetaria y el tipo de mandato, que en el caso de México es único, contener la inflación. Entrevistada recientemente, la aún subgobernadora Irene Espinosa dijo que nunca percibió que el banco central pudiera ser vulnerado de su autonomía y esto fue gracias al marco jurídico y legal bajo el que se diseñó.
La transparencia de Banxico La transparencia ha sido clave en el Banco de México para ayudar a los inversionistas y especialistas a entender el contexto económico del país. “Hemos visto la evolución del banco central en su forma de comunicarse hacia el público y tiene que ver con un esfuerzo por generar una mayor credibilidad, al hacer mucho más claro el proceso de toma de decisiones de política monetaria al interior de la junta de gobierno”, señala Monroy. Para que un banco central funcione de manera adecuada, dicen los expertos, también debe haber disidencia en las voces. Aunque en los primeros años de autonomía los perfiles fueron similares, Luis Monroy destaca que sí hubo un parteaguas en 2019: cuando López Obrador iniciaba su mandato y el entonces secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, aconsejó al presidente proponer a dos perfiles autónomos a Banxico y, en cierta medida, al gobierno: Jonathan Heath y Gerardo Esquivel. El primero era un economista y académico reconocido, trabajó en instituciones financieras como consultor, mientras que el segundo ha tenido una larga trayectoria académica. “Esos nombramientos son diferentes a los que le siguieron y a los que le antecedieron, en el sentido de que sí había un reconocimiento de gente de otros espacios en la junta de gobierno y que no necesariamente venía directo de la Secretaría de Hacienda o de alguna entidad ligada al gobierno”, destaca Monroy. Adrián de la Garza, economista y ex investigador en Banxico, añade que la diversidad de perfiles ayuda a un mejor análisis y entendimiento de la economía mexicana. “Hemos visto en otros países que hay miembros que han trabajado en otros bancos centrales y que se incorporan a la junta de gobierno de un tercer país, por ejemplo, en Inglaterra”, señala. Monroy identifica la nominación de Heath y Esquivel como un “breve momento de respiro” de abrir el banco y las nominaciones a un proceso mucho más plural y de reconocer que había experiencia fuera del organismo y de la Secretaría de Hacienda. “Desafortunadamente, es un espacio que parece que ya se cerró”, agrega, y sostiene que los perfiles que llegaron después corresponden a personas de segundo nivel en Hacienda. Otro factor en contra que han detectado expertos como Gabriel Reyes, quien fue prosecretario de la Junta de Gobierno de Banxico, es que desde 2019, con la ley que determina que ningún funcionario deberá de recibir un sueldo superior al del presidente, provocó que funcionarios de alto nivel renunciaran o adelantaran sus jubilaciones. “En el Banco de México desde hace tres o cuatro años, los segundos niveles ya se pensionaron ante este problema. Entonces, ¿qué le está pasando a los expertos en el Banco de México? Ya todos se jubilaron”, dice Reyes. El experto destaca que los funcionarios del Banco de México de carrera son “una especie en extinción” y que esto no ayuda a los perfiles con poca experiencia que hay en la Junta de Gobierno actual. “Todos los que formaron parte de las primeras Juntas de Gobierno son gente que venían del propio Banco de México y después comenzaron a llegar de Banamex y de Bancomer, pero la estructura del Banco de México soportaba las insuficiencias y deficiencia de algunos de los nombrados que no necesariamente eran lo mejor”, añade. Gabriel Casillas, economista en jefe para Latinoamérica de Barclays y excolaborador de Banxico, destaca que en la junta de gobierno hace falta un miembro que haya tenido amplia experiencia dentro del banco central, porque no todos los debates son política monetaria. “Hay muchos debates de banca central que cuando alguien trabaja en el Banco de México investiga a fondo, por ejemplo, cuál es el nivel óptimo de reservas internacionales; cuál es el mejor régimen de política monetaria, si objetivos de inflación o objetivos de pronósticos de inflación; cómo llevar a cabo estos pronósticos de inflación, si el oro tiene que estar dentro de las Reservas Internacionales, etc. todo esto se respira cuando uno trabaja el Banco de México”, afirma. Con la salida de Irene Espinosa, los expertos coinciden en que la mejor opción sería nominar a alguien que ya haya trabajado en Banxico o que tenga experiencia en política monetaria y, en el mejor de los casos, ratificarla a ella en el cargo. “Sí hemos visto un cambio en la composición de los miembros de la junta de gobierno”, sostiene de la Garza. “Pensando en que ahora no tenemos ningún perfil con doctorado en Economía, por ejemplo, eso sí difiere de lo que veíamos en otros periodos previos y de lo que vemos en otros bancos centrales de los más importantes del mundo”.
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